domingo, 24 de febrero de 2019

Tradición y modernidad: un diálogo necesario


René Guenon fue el pionero en definir la tradición en un sentido universal más allá  sus manifestaciones concretas en oriente y occidente. Esto proporcionó un marco teórico  de análisis que nos permite observar el pasado y el presente desde un paradigma prácticamente desconocido hasta entonces.
Podemos decir que el mérito de Guenon fue haber definido correctamente la tradición en un sentido universal  superando su sentido vulgar que se refiere a mero un folclore de manifestaciones culturales y religiosas concretas. El tradicionalista francés tomó la noción católica de tradición (“la palabra no escrita de la revelación divina”), y la amplió. La  concepción guenoniana de tradición es la transmisión no humana de la verdad perenne que se manifiesta de manera concreta de acuerdo al contexto histórico-social determinado.
No olvidemos que el tradicionalista francés era un matemático lo cual explicaría ese encasillamiento de los conceptos en un mundo ideal en el que 2+2 siempre es igual a 4.  Un hecho que ilustra esto es que René Guenon utilizó la metafísica del Vedanta como criterio de tradicionaliadad. Bajo esta mirada podemos encontrar las siguientes características que tendría el mundo de la tradición:
-Una metafísica centrada en la unidad como fundamento ontológico de la multiplicidad  del mundo espiritual y material.
- Una jerarquía ontológica que va de lo espiritual a lo material. De esto se deriva  una civilización que en sus prácticas individuales y sociales tiene una connotación espiritual (política, arte, unión sexual etc).
- Énfasis en la noción de cualidad sobre la de cantidad en el ámbito del pensamiento.
- Lenguaje simbólico como tecnología para la  comunicación de ideas.
En menor medida pero con cierta importancia podríamos agregar el énfasis en la desigualdad natural entre los individuos y en el carácter jerárquico de las relaciones humanas (de ahÍ que Guenon fuera defensor de la monarquía) y la obediencia al mandato recibido por sobre la innovación.
Podemos encontrar con estas características  el sistema de castas hindúes , el califato islámico, la cristiandad medieval, la china imperial y el Japón feudal.  Todas estas sociedades poseen más o menos en común los elementos tradicionales mencionados.
La modernidad,  generalmente ubicada en el renacimiento (o con Felipe el hermoso, según Guenon) surge debido al olvido de la tradición. En ella podemos encontrar las siguientes características:
- Una primacía de la cantidad sobre la cualidad en materia  especulativa.
- Horizontalidad sobre verticalidad.
- Emancipación de las  prácticas individuales de los arquetipos o modelos espirituales propuestos por la tradición.
- Cuestionamiento de lo recibido.
- Adopción de un lenguaje lógico en detrimento de la metáfora y la alegoría.
Diversos tradicionalistas trataron de colocar la modernidad y la tradición en el tiempo  al estilo de los historiadores. Sin embargo, el error aquí está en hacer de dichos conceptos categorías temporales cuando son conceptos atemporales que aparecen en distintas etapas de la historia. Por esta razón tradición y modernidad deben tratarse ante todo como conceptos similares a las ideas platónicas. Desde este punto de vista se nos abre una nueva forma de ver las cosas y descubriremos que ambas concepciones convivieron a lo largo de la historia ¿a coso alguien podría imaginarse que mientras los brahmanes estaban en su auge, las escuelas atomistas como la lokayata hacían críticas antirreligiosas bajo una metafísica materialista no muy diferente de lo que muchos tradicionalistas llamarían despectivamente “positivismo”? Ni hablar de Platón, clasificado por muchos de “tradicional”, que fue un cuestionador de la tradición poética homérica.  Tampoco debemos olvidar vestigios de tradición dentro de la modernidad ¿Qué más tradicional que los soldados soviéticos luchando con los estandartes ortodoxos para hacer frente a los nazis? Incluso en nuestra vida cotidiana hasta quien no creen en dios alguno tiene un respeto por el hogar que correspondería a una suerte de espacio sagrado por no mencionar las distintas participaciones de muchos hombres modernos de ritos explícitamente religiosos propios del mundo de la tradición. Lo único que varía es el predominio de una idea sobre otra pero nunca de una presencia exclusiva en una época determinada.
Hemos dicho que la tradición y la modernidad son ideas platónicas. A lo largo de la historia han estado enfrentadas. Hemos sido testigos de muchos de debates entre partidarios de uno y otro bando.  Los tradicionalistas hablan del fracaso de la modernidad, de la perdida del sentido de la vida que enfrenta el hombre moderno mientras que la modernidad sigue prometiendo que con la ciencia y la racionalidad se encontrarán las soluciones a distintos problemas de la humanidad.
¿Quién tiene razón? Es muy difícil sintetizar los argumentos de uno lado y otro. Sin embargo, debemos decir que hay verdades y desaciertos en las dos partes.
Desde el lado de tradición sabemos que la modernidad con su racionalidad científica no consiguió darle al hombre un sentido a su vida ni una escala de valores para manejarse en la vida. Todo intento por hacerlo resultó una burda parodia de la religión que traiciona a la misma ciencia. No hay nada más que ver aquellos que en nombre de un racionalismo elemental desmerecen todo lo que tengan que ver con las construcciones mitológicas y religiosas.
La modernidad, por otro lado, puede alegar que aumentó nuestros estándares de vida además de nuestra longevidad. También las viejas cadenas y supersticiones fueron abolidas para darnos más opciones de vida. Todo ello es cierto y no creo que nadie quiera vivir como un paria en la India tradicional solo porque una casta de sacerdotes lo diga.  Seamos sinceros. Con todo ello debemos admitir que las tradiciones proporcionaron un reservorio de sabiduría muchas veces representado en una manera de símbolos.
El ser humano es una estructura compleja. No podemos evitar que haga uso de la razón y cuestione tantas cosas que lo hagan llegar hasta el espacio, pero tampoco podemos negar la necesidad del mito, el rito y el símbolo  que ordena su vida en un relato en el que las piezas del rompecabezas une una a una las piezas dispersas de la realidad.
Hoy en día el hombre occidental busca un sentido en los relatos irracionalistas posmodernos y relativistas tales como el feminismo,  existencialismo, pensamiento débil etc. Todo ello no responde más que a la necesidad de un relato mítico. El problema con estas posturas es que al ser diseñadas por académicos snobs no tienen en cuenta las necesidades integrales del ser humano como sí lo hace la tradición. La negación  de la diferencia y de la dimensión jerárquica en la vida por parte de la corrección política demuestra la poca funcionalidad de estos relatos que solo parecen servir para quedar bien en ciertos sectores sociales.
La modernidad y tradición están destinadas a encontrarse para dialogar y llegar a acuerdos. Ambas pueden contribuir a derrumbar falsos ídolos, dar pautas para la búsqueda de la verdad y para dar sentido a la vida.
Martin Guillermo González.


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